Edesio
Sánchez Cetina
En el
relato sobre Noemí y su nuera Rut, encontramos varios elementos que hacen de
esta historia, algo digno de contar y estudiar.
El autor es en verdad un excelente literato y, por supuesto, un gran
maestro y comunicador. Empecemos con el
establecimiento del escenario –elemento clave de la trama (RV60):
1
Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra.
Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y
dos hijos suyos. 2 El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí;
y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá.
Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. 3 Y murió Elimelec,
marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, 4 los cuales tomaron para sí
mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa, y el nombre de la otra, Rut; y
habitaron allí unos diez años. 5 Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión,
quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.
Estos
primeros cinco versículos del libro nos proveen elementos clave para el
desarrollo del argumento de la obra (lo que está en negrita nos parece de vital
importancia):
Contexto
histórico (ayudan los amigos: «cuándo» y «dónde»)
Época de
los jueces:
-Desobediencia, idolatría,
violencia, anarquía y fracaso vienen a ser la impronta de Israel en la época de
los Jueces… En aquellos días no había rey en Israel, y todo mundo hacía lo que
bien le parecía (Jue 21,25).
-Tanto el pueblo como sus
líderes hacen totalmente lo contrario de lo que hace una nación obediente en
tiempos de Josué:
Josué Jueces
Un Dios Muchos
dioses
Un pueblo unido Tribus dispersas y
aisladas
Obediencia a los preceptos
divinos Desobediencia a los
preceptos de Dios
Distribución total de la
tierra Compartieron la tierra con otras naciones
Culto a Yahvé en un lugar Muchos santuarios y altares
¿Qué respuesta nos da la
palabra de Dios a través de la historia de Noemí y de Rut en ese contexto de
anarquía, infidelidad y violencia? ¿En
qué «nuevo mundo» sueña Dios para revertir las constantes «metidas de pata» de
una sociedad patriarcal y modelada desde la violencia contra la mujer, desde
una fe ambigua e idólatra, y desde el etnocentrismo?
. Moab:
-Moab fue un reino
altamente organizado, con actividades agrícolas y pastoriles prósperas,
edificios de gran esplendor, cerámica característica, y poderosas
fortificaciones compuestas de pequeñas fortalezas ubicadas estratégicamente en
sus fronteras.
-Nación que, de acuerdo con
la historia de los Jueces, había oprimido a los israelitas por dieciocho años
(Jue 3.12-14).
-En los profetas se
mencionan y con frecuencia se pronuncia juicio divino sobre ellos (véase Is 15–16;
25.10; Jer 9.26; 25.21; 27.3; Ez 25.8–11; Am 2.1–3; Sof 2.8–11).
¿Cómo puede ser que desde
la nación enemiga pueda Dios proveer la ayuda necesaria a Noemí—la «nación»
desamparada y en decadencia de fe y fortaleza—para no solo sobrevivir, sino
escribir su historia futura hacia la gloria mesiánica?
.Situación de la mujer:
En la
sociedad en la que Noemí vivió, en aquellas tierras del Mediterráneo oriental
en pleno siglo XII antes de Cristo, ser mujer ya era en sí un grave problema y,
peor aún si era viuda y sin hijos, y en tierra extraña. Es decir, vivía
totalmente desamparada; prácticamente condenada a muerte.
¿Cómo se
le ocurre a Dios resolver el problema de una mujer—nación—desamparada con la
ayuda de otra mujer más desamparada que ella?
Nombres
propios (ayuda el amigo «quién»)
.Belén -
bet lejem - «casa del pan»
.Elimelec -
eli melek - «mi Dios es rey»
.Noemí - no‘emi
- «dulce», «placentera»
.Mahlón - majlon
- «enfermizo»
.Quelión -
kilion - «debilucho»
.Orfa - ‘orpah
- «terca» «la que da la espalda»
.Rut - rut
- «amiga»
.Booz - Bo´az
- «la fortaleza está en él»
.Obed - «servidor»
En el
caso de Rut el amigo «qué» acompañado del «quién» me ayudan a penetrar en el
análisis retórico o semiótico del texto.
Hago preguntas que me descubran las interacciones entre los personajes y
entre los personajes y su medio ambiente.
En la lista anterior de nombres, especialmente los de personas, hay una
serie de nombres que reflejan personajes «secundarios», cuyo papel es el de
acentuar más el carácter protagónico de los personajes centrales. Los personajes «secundarios» o de «apoyo» son
Elimelec, Mahlón y Quelión. Son los personajes
que «darán al traste» con las «apariencias» o «quimeras» en las que vivía
Noemí.1 Sus hombres –así lo describe
elocuentemente el autor—no le servirán para nada, a pesar que la sociedad de su
época, por el estereotipo de la relación varón-mujer diga lo contrario. El personaje «Orfa», también de apoyo,
servirá para acentuar más el carácter fiel y de amiga de Rut.
Noemí
tiene dos nombres, Dulce y Amarga, porque dos serán sus papeles en la historia:
al principio vive en aparente «dulzura» (véase Rut 1.21), pero en realidad su
vida en el capítulo uno es de «amargura».
Solo a partir del protagonismo de la «amiga», la «amarga» recobrará su
verdadero nombre, Noemí, «la Dulce», en los capítulos 2—4. A la «amiga» también se sumarán dos nombres,
el del nuevo «hombre» en su vida, Booz, que le dará le «fortaleza»—y así
revertirá la «debilidad» del primer marido—que necesitará para lograr los
elementos que completarán la historia: el hijo (Obed = «siervo») que cuidará de
la abuela e introducirá a Rut, y por supuesto a Noemí en la línea genealógica
del Mesías.
Realidad
y apariencia
Al tomar
nota de los nombres propios y con la ayuda del contexto histórico y social,
podemos empezar a entender el binomio realidad-apariencia. ¿Cuál es lo aparente en el contexto
geográfico al que pertenece Noemí?: «Belén» que es el lugar por antonomasia del
«pan», no tiene ese ingrediente que lo define como «Casa-del-pan». ¿Qué es lo aparente en el caso del esposo de Noemí?:
se llama «mi-Dios-es-el-rey», pero de nada le sirve tal apelativo. Carece de lo básico para mantenerse y
mantener a su familia. Su «dios» y su
«fe» quedan atrapados en el nombre nada más.
Otro elemento que obliga a definir el
«apoyo» con el que cuenta Noemí como aparente es el de sus tres
hombres. Como se ve por el contexto
histórico y social, era prácticamente imposible para una mujer sobrevivir sin
el respaldo masculino. Pero el autor no
esconde para nada el hecho de que Noemí jamás tendría éxito con sus «tres
hombres»: el esposo por ser un «don nadie» a pesar del nombre –para el Dios de
Israel no era ninguna ganga que ese hombre llevara tal nombre—, y a los dos hijos
sus nombres los delatan: «enfermizo» y «debilucho».
En el
caso del nombre de las mujeres, llama la atención el hecho de que tanto a Noemí
como a Rut las acompaña un nombre «en negativo». La «Dulce» se autodenomina, «Amarga». Rut («Amiga») encuentra en el nombre de su
cuñada la contraparte: «Orfa», «la que da la espalda».
Pasa algo
interesante con «Dios». El dios que dice
servir y adorar Noemí no se difiere mucho del dios al que Orfa regresa a servir
y adorar. ¿De qué valían las palabras de
ánimo que Noemí les daba a Rut y Orfa citadas en los versículos 8-9 (RVR)?: Andad,
volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia,
como la habéis hecho con los muertos y conmigo. 9 Os conceda Jehová que halléis
descanso, cada una en casa de su marido.
Su dolor, su falta de esperanza y las palabras con las que califica a
«su dios» (amargura tengo yo. . . pues la mano de Jehová ha salido contra mí
[1.13]. No me llaméis Noemí, sino
llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. 21 Yo me
fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis
Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha
afligido? [1:20-21]) negaba la «aparente» fe con la que animaba a las
nueras. Será Rut, la extranjera y mujer
como Noemí, la que «devolverá» la «realidad» de la presencia y autenticidad del
Dios verdadero en quien Rut si tenía fe, a pesar de que «Yavé» no era su dios
originalmente. El poema de los
versículos 16-17 es por demás elocuente:
No me
pidas que te deje;
ni me
ruegues que te abandone.Adonde tú vayas iré,
y donde tú vivas viviré.
Tu pueblo
será mi pueblo
y tu Dios
será mi Dios.17 Donde tú mueras moriré,
y allí mismo seré enterrada.
Que Dios
me castigue
si te
abandono,pues nada podrá separarnos;
¡nada, ni siquiera la muerte!»
(TLA).
Rut no
regresaría a Moab, porque el dios de ese país no tenía nada que ofrecerle. Pero a la vez, Rut se presta a darle tremenda
lección de fe a su suegra. Pues el Dios de Israel, Yavé, en el que Noemí
pretende creer pero en quien de verdad no cree, sino a quien más bien tiene por
enemigo, es el Dios en el que Rut cree y está dispuesta a apostar el «destino»
de su vida.
La
«apariencia» está en la fe de Noemí, quien ni decidió hacer del dios de Moab su
dios, pero tampoco lo había hecho con Yavé.
La «apariencia» está en «quienes» Noemí había decidido poner su
confianza y apostar su «destino»: sus hombres (1.21) y un «dios» con rasgos
ambiguos: Animaba a sus nueras poniéndolas «al cuidado» de Yavé, pero ella lo
consideraba la «fuente de su amargura», lo tenía por «enemigo». Es por demás elocuente la «ceguera» de fe que
Noemí sufrió a causa de su dolor y amargura.
Noemí se había olvidado que salió de Belén sin nada –un esposo que no
era hijo del rey del universo, dos hijos que no le servirían de apoyo y una
ciudad que no era capaz de darle pan.
Pero a pesar de eso les dice a las damas de Belén que de allá había
salido «con las manos llenas» y que ahora regresaba «con las manos
vacías». Esa era la «apariencia». La «realidad» era, por supuesto, otra. Había salido de Belén con «las manos vacías»;
por ello tuvo que irse de refugiada a Moab.
Y ahora que regresaba de nuevo a Belén, no venía, como ella creía, con
las «manos vacías», sino que regresaba con Rut, su «amiga»—esa que el libro de
Proverbios califica así: hay amigos que valen más que un hermano (18.24b, TLA);
El amigo siempre es amigo, y en los tiempos difíciles es más que un hermano
(17.17, TLA). La historia que se
escribiría en los capítulos 2—4 iba a demostrar que «las apariencias» engañan,
y que cuando la fe en Dios pasa por los «cánones» y «moldes» de la sociedad y
cultura general esa fe se distorsiona, y distorsiona nuestra manera de entender
a Dios y a los otros. Si la cultura
«enseña» que la respuesta a las necesidades está en «este o aquel» o en «esto o
aquello», entonces «dios» tiene que pasar por ese tamiz. Jamás se «piensa» que Dios tiene un sistema
de «valores» tan radicalmente distinto a los de la sociedad imperante, y que,
de acuerdo con el testimonio bíblico, nos sorprende con «instrumentos» no
«compatibles» con las expectativas del mundo actual.
Lecciones
de la vida
Cuando
Rut decidió hacer de Yavé su Dios, y de Judá su pueblo—Belén incluido—, lo hizo
con el tipo de «fe» que Jesús, siglos después, vería en la mujer sirofenisa (Mt
15.28) y en el capitán romano (Mt 8.10): Jamás había visto tal fe en Israel. Rut le enseñaría a su suegra—y a todos
nosotros de paso—a escribir una nueva
historia, con un nuevo libreto y un nuevo final. En efecto, Rut no solo fue
instrumento para que Noemí tuviera provisión ininterrumpida de comida, sino que
también le proveyó de una familia, le devolvió su valor de persona y la hizo
miembro de la realeza divina: día a día, Rut regresaba a casa con suficiente
cebada para la alimentación; llegó a ser esposa de Booz, el rico del pueblo; le
devolvió a la suegra «su estima propia», pues con su actitud firme y
emprendedora, Rut despertó en Noemí la sabiduría de dar el buen consejo a la
nuera y de aprovechar las oportunidades (Rut 3.1-4); Rut, al llegar a ser
esposa de Booz, se colocó y colocó a su suegra en la línea genealógica de
Jesús, el Mesías esperado de Israel y Salvador del mundo. ¡Qué más pudiera haber
querido Noemí! En su dolor, sufrimiento
y amargura nunca se imaginó que literalmente junto a ella estaba la respuesta a
sus problemas, angustias y dolores. ¡No,
Yavé no la regresaba con las manos vacías!
Más bien la regresaba con las manos llenas, y con una maravillosa
lección de fe. Su vida no la definiría
de acuerdo al patrón dictado por la sociedad de su época, sino por lo
«inconcebible». Es decir, por aquel
instrumento que la sociedad por lo general dice «no sirve, es incapaz», pero
que Dios «afirma» y usa de manera sorprendente y novedosa.
En la
persona de Rut, «la amiga», Dios le devolvió la «dulzura» a Noemí, y le
devolvió la vida. Las mujeres de Belén
le decían a Noemí:
Bendito sea Dios que hoy te ha dado un nieto
para que cuide de ti. Dios quiera que cuando el niño crezca llegue ser muy
famoso en todo Israel. Él te hará muy
feliz, y te cuidará en tu vejez, porque es el hijo de tu nuera Rut. Ella vale
más que siete hijos, porque te ama mucho y ha sido buena contigo (Rut 4.14-15,
TLA).
La
historia se cierra formando una especie de marco, devolviéndole al sino de
«muerte» y «desolación», «vida» y «esperanza»: Noemí salió del
«pueblo-sin-nada-de-pan», y regresó al «lugar-donde-nunca-falta-el-pan»; salió
dependiendo de la «enfermedad» y la «debilidad», y regresó con la fuerza de la
compañía de una nuera que «valía más que siete hijos», más la fuerza del nuevo
esposo que se llamaba «fortaleza»; salió perteneciendo aparentemente al linaje
real, y se convirtió en «abuela» del Mesías divino, Salvador del mundo y «Rey
de cielo y tierra» en cuyo reino sería primero «servidor» (Obed) más que
«emperador».
Intertextualidad
Por medio
de la «analogía», tal como vimos en la sección sobre la unidad de ambos
testamentos, podemos ubicar varios relatos y textos en el Nuevo Testamentos que
nos permiten «abrir» más la enseñanza de nuestro texto tomado del Antiguo
Testamento.
El primer
texto que propongo es el de la genealogía de Jesús en Mateo 1.1-17. De todos es conocido el hecho de que en esta
genealogía el autor insertó el nombre de cuatro mujeres con un «pasado
cuestionable»: Tamar (1.3) jugó a la prostituta con su suegro (Gn 38); Rahab
(1.5) fue prostituta además de ser «extranjera» (Jos 2.1); Rut (1.4) fue
extranjera y pagana (Rut); Betsabé, la esposa de Urías (1.6) adulteró con David
(2 S 11). Con el ejemplo de esas cuatro,
¿qué pensar de la joven María cuyo hijo nacería en condiciones por demás
«extrañas»? Pues en medio de esas
«rarezas» y «excentricidades» Dios hacía caminar su proyecto de salvación y de
instauración de su reino.
El
segundo texto es el de la mujer sirofenicia en Mateo 15.21-28. Antes de ella, el espacio misionero de Jesús
se restringía a «las ovejas perdidas de Israel». Con la fe de esta mujer, Jesús mismo es
«convertido» a una misión para los «gentiles».
Así como Noemí fue desafiada a tener realmente fe en Yavé a través de la
fe una de mujer extranjera, del mismo modo, Jesús fue desafiado a expandir su
comprensión del proyecto de Dios y de su reino por una mujer extranjera.
El texto
en nuestro contexto
En realidad no es difícil
descubrir las lecciones para hoy en el texto bíblico estudiado. El tema de la «fe», el binomio
«apariencia-realidad» y el asunto del sistema de valores de la sociedad actual vis
a vis los de Dios son asuntos que inciden directamente con la práctica de
nuestra fe en el «aquí y el ahora». A
través de mucha de la predicación y enseñanza, recibida a través del púlpito,
la radio y la televisión, la «teología de la prosperidad»--resultado del materialismo
que nos invade—nos vende la idea de que fe en Dios y éxito van de la mano de
acuerdo con los valores de este mundo.
La actitud triunfalista de muchas iglesias y líderes nos «enceguecen» y
no nos permiten ver, tal como le pasó a Noemí, que Dios levanta «amigas» como
respuesta a nuestros graves problemas de vida.

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