(Recontextualización de un tema bíblico)
José Severino Croatto
¿Es relevante el tema de la tierra hoy? ¿Por qué la bienaventuranza de Mt 5,4 (“bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”) no tiene ninguna resonancia económica en nuestros oídos? A decir verdad, no es perceptible la relación entre las dos partes de la proposición, ni se aclara cómo se realizará la promesa. En el nivel epistemológico del lenguaje religioso, en efecto, no corresponde tal aclaración; menos aún, cuando el horizonte cosmovisional es apocalíptico.
Sentimos que, desde nuestra situación latinoamericana la proclama de Jesús trasmitida por Mt puede ser recuperada en su plenitud de sentido. Creo que para ello hemos de ir más allá, para entenderla exegéticamente, y venir más acá, para comprenderla hermenéuticamente.
1. La tierra en las tradiciones israelitas
a. Tierra y política: el éxodo. El acontecimiento del éxodo es expresado como un ‘sacar’ (de Egipto, de la esclavitud) o como un ‘hacer subir’ (a la tierra de la promesa). Yavé no libera a los hebreos para abandonarlos en el desierto; los saca del poder opresor para conducirlos a un suelo donde puedan realizar la libertad adquirida. Las dos puntas del acontecimiento son pre-sentadas en un contexto político de juego de poderes y de proyecto histórico como pueblo. Tan epicéntrico es el tema de la tierra, que cristaliza como núcleo querigmático de los ‘credos” (Deut 6,23; 26,9; Jos. 24,8.13; Neh 9,15.23s, con una repercusión hasta en el panorama salvífico de Hechos 13,19), de la promesa (Gen 12,1ss y sus prolongaciones), de los relatos de vocación de Moisés (Ex 3,8.11; 6,4.8) y de la tematización deuteronómica de la fidelidad a Yavé. No hace falta insistir más sobre esto.
b. Tierra y economía: la antropología. La tradición ‘yavista’ del Génesis comienza hablando de la tierra, vacía y desértica porque falta el hombre para planificarla y hacerla fecunda me-diante la irrigación. A la luz de los textos mesopotamios hay en esta antropovisión una clara referencia a los económico. Por el trabajo de la tierra mediante la explotación del agua por canales y otros medios, los reyes procuran al país bienestar y progreso en nombre del dios tutelar de cada ciudad. La tierra es un bien esencial. De la estructura literaria del Pentateuco se colige algo más: Génesis 2 debe leerse después, y a la luz del capítulo 1 que había presentado al hombre a la imagen del Dios creador y por tanto, creador él mismo. Para ser creador, necesita ser libre. Eso vale para todo hombre, no sólo para el rey. Como si la tradición bíblica quisiera criticar por elevación la actitud de los reyes de disponer de la tierra para sus intereses o para privilegiar a sus adictos y servidores. Como en todos los tiempos: dominación económica en base a la explotación del hombre y de la tierra. El texto del Génesis señala a su vez que el pecado ‘manifiesta’ la resistencia de la tierra al trabajo del hombre y que el castigo (el exilio del hombre fuera de su suelo originario) ya introduce el motivo de la tierra en el centro de la existencia humana. Es un texto—puente entre el Éxodo y los profetas (desde el punto de vista hermenéutico, el Génesis debe leerse después del Éxodo).
c. Tierra y justicia: los profetas. Estos no son depositarios o garantes de tradiciones, sino sus críticos, los que las reinterpretan. La perspectiva dominante en la predicación profética es la del exilio. Ahora bien, el exilio es el contra—éxodo (los hebreos quedan sin la tierra, y vuelven a ser esclavos del extraño) y, en una primera impresión, se suspenden todas las promesas. El, exilio, como despojo de la tierra, no es sólo la pena por la infidelidad en general, sino también el castigo por el abuso de la tierra, sobre todo desde el advenimiento de la monarquía, o sea, de un poder centralizado y fuente de privilegios. Allí están los casos de Nabot (1 Re 21) y tantas referencias proféticas a la expropiación (Miq 2,1-5), a la acumulación de tierras (Is 5,8-10; “¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país! “, v. 8). Es una de las tantas caras de la injusticia social.
En las confesiones nacionales de los pecados también se reflexiona sobre el exilio o la dominación extranjera en el propio país (ver Neh 9,35-37; “Míranos hoy a nosotros esclavos, y en el país que habías dado a nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes..., sus frutos son para los reyes...”, v. 37). De hecho, el designio de Dios sobrepasa el castigo: las promesas se retoman, tras la conversión, sólo que en una nueva perspectiva. Yavé quiere, según los profetas, restaurar a Israel como pueblo en su tierra (Ez 34,11ss; 37,21; 45,1ss; Is 60,21, etc).
2. La tierra en el Nuevo Testamento
¿No nos hemos asombrado, después de recorrer el AT, de que en el NT el tema de la tierra esté como. ‘sumergido’? ¿Por qué hay apenas una mención, en Mt 5,4, entre las bienaventuranzas sin ser la principal?
Pero tal vez las cosas no son así. Tratemos de descubrir lo latente.
a) La única mención de la tierra se hace en las bienaventuranzas, que en Mt constituyen el comienzo (lo principal) del discurso inaugural, programático por tanto, de Jesús, quien habla como un nuevo Moisés, superior al primero. Por tanto, es más bien significativa esa referencia a la tierra, por el lugar estructural en que está. Pero queda el problema del sentido de .la frase atribuida a Jesús por Mt.
b) Muchos exégetas piensan que esta segunda bienaventuranza es, en realidad, un desdoblamiento de la primera (Mt 5,3: “Bienaventurados los pobres...”). En efecto, la cita del Salmo 37,11 en Mt 5,4 hace referencia a los ’anawim (ptojoi en los LXX), a los pobres, a quienes alude la primera bienaventuranza (Mt 5,3).Tendríamos de tal manera el esquema siguiente:
mansos = ‘anawim
tierra = reino de los cielos
Una lectura cruzada hace que el sentido de los términos se pase de una bienaventuranza a la otra: los ‘anawim poseerán la tierra, los mansos tendrán el reino de los cielos. Por eso el título de este ensayo. A los pobres y oprimidos no se los alimenta con esperanzas espiritualistas y ultraterrenas, como acostumbró hacerlo una predicación mal fundada en Mt 5,3.
c) En efecto, en el contexto político-religioso de Jesús los judíos guardaban la esperanza, alimentada espiritualmente, de ser un pueblo libre. ‘Poseer la tierra’ debía sonar a algo concreto y debía ‘suscitar’ toda aquella experiencia de Israel relatada en el AT. Recuérdese el texto citado de Neh 9,36-37, que se aplicaba exactamente a la dominación romana de la época de Jesús. Dicha esperanza es puesta de relieve por la literatura apocalíptica de entonces. Cristo retoma esa expectativa y la concentra en los “anawim, símbolo de los marginados, y oprimidos.
d) Pero ¿qué sucede con el resto del NT? Parece hablar en niveles más universalistas y menos referidos al orden socio-histórico: fe en Cristo, redención del pecado, liberación de la ley, resurrección, reunión con Cristo en la parusía, etc. No concreta el tema de la tierra en la elaboración teológica. Es verdad que había que sobrepasar el horizonte nacionalista judío para incorporar a los paganos en la promesa. Con todo, estos también eran pueblos oprimidos, en su mayoría, agobiados por los tributos que debían pagar a los romanos; y éstos mismos, en gran parte esclavos de unos pocos amos. ¿En qué quedaba entonces el reino y la tierra prometidos a los oprimidos? ¿No se desdibujó el programa de Jesús, por una excesiva espiritualización? Véase la alegorización del tema de la tierra por el autor de Hebreos 11,8-10.
Tiene lugar algo así como una ‘reducción de sentido’ de una larga tradición querigmática que procedía de la experiencia liberadora del éxodo. ¿Qué hacer?
3. Una lectura hermenéutica
En la tradición cristiana, continuando una tendencia que acabamos de ver en el mismo NT, el ‘poseer la tierra’ de Mt 5,4 no tiene relieve, destacándose sólo el primer hemistiquio: “bienaventurados los mansos”. Y este vocablo se toma tal como suena a nuestros oídos. Pero sucede que el problema de la tierra es acuciante para nosotros. Habría que tomar nueva conciencia de lo que significa el despojo de la tierra, desde la conquista hasta hoy, el exilio forzado de los autóctonos, o la dominación padecida en la propia tierra, la degeneración de ésta por la técnica desmedida e incontrolada, el abandono de su país por tanta gente enfrentada con el terror y la violación de los derechos humanos. ¿Nada tendrá el NT para decir?
El mensaje de Jesús a los oprimidos (Mt 5,3-4) reflota el querigma del AT (Dios no acepta ninguna dominación y ofrece la liberación; la tierra es un bien para el hombre, quien debe trabajarla para que produzca sanamente; Dios enjuicia por sus profetas el abuso del poder en el despojo de la tierra de otros). Esto, que parecía ‘sumergido’, no es desechado, sino que es lo fundante de la lectura del NT y de nuestra relectura. La tierra debe entrar en una perspectiva de liberación que, por supuesto, ha de integrar la dimensión social y política.
El NT no es la Palabra que suprime el querigma del AT, ni la que lo interpreta como última lectura (es un error teológico, si bien. practicado frecuentemente), sino que es la Palabra que nos da la óptica para leer el AT, en nuestro caso, todo lo que dice sobre la tierra. Pero esta lectura se hace desde nosotros, desde una situación que pone súbitamente en relieve las posibilidades hermenéuticas de Mt 5,3-4.
Por tanto: el querigma (central en el AT) de la tierra como don u objeto del trabajo del hombre, es reforzado por el anuncio de Jesús, quien promete la tierra, expresión del reino, a los ‘anawim a los humildes (y no ‘mansos’).
¿Por qué no se toma en serio esta palabra de Jesús, y se la espiritualiza tanto? ¿Es por una excesiva apocaliptización del cristianismo? Se diluye un mensaje de contenido histórico que tanto necesitamos en nuestra situación latinoamericana.
José Severino Croatto obtuvo una Licenciatura en Teología en la Facultad Pontificia Católica en 1954. Más tarde obtuvo una Licenciatura en Ciencias Bíblicas con especialización en lenguas semíticas y arqueología del Antiguo Próximo Oriente (1957). Fue profesor de Antiguo Testamento, Hebreo y Fenomenología de la Religión en el Instituto Universitario ISEDET. Es autor de muchos libros en su especialidad y un referente de la exégesis y hermenéutica bíblica latinoamericana. Falleció en el año 2004.
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José Severino Croatto
¿Es relevante el tema de la tierra hoy? ¿Por qué la bienaventuranza de Mt 5,4 (“bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”) no tiene ninguna resonancia económica en nuestros oídos? A decir verdad, no es perceptible la relación entre las dos partes de la proposición, ni se aclara cómo se realizará la promesa. En el nivel epistemológico del lenguaje religioso, en efecto, no corresponde tal aclaración; menos aún, cuando el horizonte cosmovisional es apocalíptico.
Sentimos que, desde nuestra situación latinoamericana la proclama de Jesús trasmitida por Mt puede ser recuperada en su plenitud de sentido. Creo que para ello hemos de ir más allá, para entenderla exegéticamente, y venir más acá, para comprenderla hermenéuticamente.
1. La tierra en las tradiciones israelitas
a. Tierra y política: el éxodo. El acontecimiento del éxodo es expresado como un ‘sacar’ (de Egipto, de la esclavitud) o como un ‘hacer subir’ (a la tierra de la promesa). Yavé no libera a los hebreos para abandonarlos en el desierto; los saca del poder opresor para conducirlos a un suelo donde puedan realizar la libertad adquirida. Las dos puntas del acontecimiento son pre-sentadas en un contexto político de juego de poderes y de proyecto histórico como pueblo. Tan epicéntrico es el tema de la tierra, que cristaliza como núcleo querigmático de los ‘credos” (Deut 6,23; 26,9; Jos. 24,8.13; Neh 9,15.23s, con una repercusión hasta en el panorama salvífico de Hechos 13,19), de la promesa (Gen 12,1ss y sus prolongaciones), de los relatos de vocación de Moisés (Ex 3,8.11; 6,4.8) y de la tematización deuteronómica de la fidelidad a Yavé. No hace falta insistir más sobre esto.
b. Tierra y economía: la antropología. La tradición ‘yavista’ del Génesis comienza hablando de la tierra, vacía y desértica porque falta el hombre para planificarla y hacerla fecunda me-diante la irrigación. A la luz de los textos mesopotamios hay en esta antropovisión una clara referencia a los económico. Por el trabajo de la tierra mediante la explotación del agua por canales y otros medios, los reyes procuran al país bienestar y progreso en nombre del dios tutelar de cada ciudad. La tierra es un bien esencial. De la estructura literaria del Pentateuco se colige algo más: Génesis 2 debe leerse después, y a la luz del capítulo 1 que había presentado al hombre a la imagen del Dios creador y por tanto, creador él mismo. Para ser creador, necesita ser libre. Eso vale para todo hombre, no sólo para el rey. Como si la tradición bíblica quisiera criticar por elevación la actitud de los reyes de disponer de la tierra para sus intereses o para privilegiar a sus adictos y servidores. Como en todos los tiempos: dominación económica en base a la explotación del hombre y de la tierra. El texto del Génesis señala a su vez que el pecado ‘manifiesta’ la resistencia de la tierra al trabajo del hombre y que el castigo (el exilio del hombre fuera de su suelo originario) ya introduce el motivo de la tierra en el centro de la existencia humana. Es un texto—puente entre el Éxodo y los profetas (desde el punto de vista hermenéutico, el Génesis debe leerse después del Éxodo).
c. Tierra y justicia: los profetas. Estos no son depositarios o garantes de tradiciones, sino sus críticos, los que las reinterpretan. La perspectiva dominante en la predicación profética es la del exilio. Ahora bien, el exilio es el contra—éxodo (los hebreos quedan sin la tierra, y vuelven a ser esclavos del extraño) y, en una primera impresión, se suspenden todas las promesas. El, exilio, como despojo de la tierra, no es sólo la pena por la infidelidad en general, sino también el castigo por el abuso de la tierra, sobre todo desde el advenimiento de la monarquía, o sea, de un poder centralizado y fuente de privilegios. Allí están los casos de Nabot (1 Re 21) y tantas referencias proféticas a la expropiación (Miq 2,1-5), a la acumulación de tierras (Is 5,8-10; “¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país! “, v. 8). Es una de las tantas caras de la injusticia social.
En las confesiones nacionales de los pecados también se reflexiona sobre el exilio o la dominación extranjera en el propio país (ver Neh 9,35-37; “Míranos hoy a nosotros esclavos, y en el país que habías dado a nuestros padres para gozar de sus frutos y bienes..., sus frutos son para los reyes...”, v. 37). De hecho, el designio de Dios sobrepasa el castigo: las promesas se retoman, tras la conversión, sólo que en una nueva perspectiva. Yavé quiere, según los profetas, restaurar a Israel como pueblo en su tierra (Ez 34,11ss; 37,21; 45,1ss; Is 60,21, etc).
2. La tierra en el Nuevo Testamento
¿No nos hemos asombrado, después de recorrer el AT, de que en el NT el tema de la tierra esté como. ‘sumergido’? ¿Por qué hay apenas una mención, en Mt 5,4, entre las bienaventuranzas sin ser la principal?
Pero tal vez las cosas no son así. Tratemos de descubrir lo latente.
a) La única mención de la tierra se hace en las bienaventuranzas, que en Mt constituyen el comienzo (lo principal) del discurso inaugural, programático por tanto, de Jesús, quien habla como un nuevo Moisés, superior al primero. Por tanto, es más bien significativa esa referencia a la tierra, por el lugar estructural en que está. Pero queda el problema del sentido de .la frase atribuida a Jesús por Mt.
b) Muchos exégetas piensan que esta segunda bienaventuranza es, en realidad, un desdoblamiento de la primera (Mt 5,3: “Bienaventurados los pobres...”). En efecto, la cita del Salmo 37,11 en Mt 5,4 hace referencia a los ’anawim (ptojoi en los LXX), a los pobres, a quienes alude la primera bienaventuranza (Mt 5,3).Tendríamos de tal manera el esquema siguiente:
mansos = ‘anawim
tierra = reino de los cielos
Una lectura cruzada hace que el sentido de los términos se pase de una bienaventuranza a la otra: los ‘anawim poseerán la tierra, los mansos tendrán el reino de los cielos. Por eso el título de este ensayo. A los pobres y oprimidos no se los alimenta con esperanzas espiritualistas y ultraterrenas, como acostumbró hacerlo una predicación mal fundada en Mt 5,3.
c) En efecto, en el contexto político-religioso de Jesús los judíos guardaban la esperanza, alimentada espiritualmente, de ser un pueblo libre. ‘Poseer la tierra’ debía sonar a algo concreto y debía ‘suscitar’ toda aquella experiencia de Israel relatada en el AT. Recuérdese el texto citado de Neh 9,36-37, que se aplicaba exactamente a la dominación romana de la época de Jesús. Dicha esperanza es puesta de relieve por la literatura apocalíptica de entonces. Cristo retoma esa expectativa y la concentra en los “anawim, símbolo de los marginados, y oprimidos.
d) Pero ¿qué sucede con el resto del NT? Parece hablar en niveles más universalistas y menos referidos al orden socio-histórico: fe en Cristo, redención del pecado, liberación de la ley, resurrección, reunión con Cristo en la parusía, etc. No concreta el tema de la tierra en la elaboración teológica. Es verdad que había que sobrepasar el horizonte nacionalista judío para incorporar a los paganos en la promesa. Con todo, estos también eran pueblos oprimidos, en su mayoría, agobiados por los tributos que debían pagar a los romanos; y éstos mismos, en gran parte esclavos de unos pocos amos. ¿En qué quedaba entonces el reino y la tierra prometidos a los oprimidos? ¿No se desdibujó el programa de Jesús, por una excesiva espiritualización? Véase la alegorización del tema de la tierra por el autor de Hebreos 11,8-10.
Tiene lugar algo así como una ‘reducción de sentido’ de una larga tradición querigmática que procedía de la experiencia liberadora del éxodo. ¿Qué hacer?
3. Una lectura hermenéutica
En la tradición cristiana, continuando una tendencia que acabamos de ver en el mismo NT, el ‘poseer la tierra’ de Mt 5,4 no tiene relieve, destacándose sólo el primer hemistiquio: “bienaventurados los mansos”. Y este vocablo se toma tal como suena a nuestros oídos. Pero sucede que el problema de la tierra es acuciante para nosotros. Habría que tomar nueva conciencia de lo que significa el despojo de la tierra, desde la conquista hasta hoy, el exilio forzado de los autóctonos, o la dominación padecida en la propia tierra, la degeneración de ésta por la técnica desmedida e incontrolada, el abandono de su país por tanta gente enfrentada con el terror y la violación de los derechos humanos. ¿Nada tendrá el NT para decir?
El mensaje de Jesús a los oprimidos (Mt 5,3-4) reflota el querigma del AT (Dios no acepta ninguna dominación y ofrece la liberación; la tierra es un bien para el hombre, quien debe trabajarla para que produzca sanamente; Dios enjuicia por sus profetas el abuso del poder en el despojo de la tierra de otros). Esto, que parecía ‘sumergido’, no es desechado, sino que es lo fundante de la lectura del NT y de nuestra relectura. La tierra debe entrar en una perspectiva de liberación que, por supuesto, ha de integrar la dimensión social y política.
El NT no es la Palabra que suprime el querigma del AT, ni la que lo interpreta como última lectura (es un error teológico, si bien. practicado frecuentemente), sino que es la Palabra que nos da la óptica para leer el AT, en nuestro caso, todo lo que dice sobre la tierra. Pero esta lectura se hace desde nosotros, desde una situación que pone súbitamente en relieve las posibilidades hermenéuticas de Mt 5,3-4.
Por tanto: el querigma (central en el AT) de la tierra como don u objeto del trabajo del hombre, es reforzado por el anuncio de Jesús, quien promete la tierra, expresión del reino, a los ‘anawim a los humildes (y no ‘mansos’).
¿Por qué no se toma en serio esta palabra de Jesús, y se la espiritualiza tanto? ¿Es por una excesiva apocaliptización del cristianismo? Se diluye un mensaje de contenido histórico que tanto necesitamos en nuestra situación latinoamericana.
José Severino Croatto obtuvo una Licenciatura en Teología en la Facultad Pontificia Católica en 1954. Más tarde obtuvo una Licenciatura en Ciencias Bíblicas con especialización en lenguas semíticas y arqueología del Antiguo Próximo Oriente (1957). Fue profesor de Antiguo Testamento, Hebreo y Fenomenología de la Religión en el Instituto Universitario ISEDET. Es autor de muchos libros en su especialidad y un referente de la exégesis y hermenéutica bíblica latinoamericana. Falleció en el año 2004.
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