Mujeres sin hombres:

Cuando el que debería estar no estaba,
y el que no debería estar. . .
hasta obstáculo era

Por Edesio Sánchez Cetina

Doblegada por los problemas (1 Reyes 4:1-7)

2 Reyes 4:1-7 forma parte del ciclo del profeta Eliseo y es uno de los pasajes que presenta la secuencia problema / solución. El personaje central es una viuda que se encuentra en la disyuntiva de morir junto con sus hijos por haber quedado desamparada a la muerte del esposo, uno del grupo de profetas, o de dejar que se lleven a los hijos como esclavos, debido a las deudas que dejó el difunto.

Eliseo el profeta aparece en escena porque la viuda clamó ("grito de auxilio" según el primer sentido de la palabra hebrea) pidiéndole ayuda al profeta. Llama la atención que los dos primeros versículos de esta unidad están marcados con la palabra siervo/a; así se manifiesta la actitud de sumisión total que toma la mujer y su familia, incluyendo al muerto.

El cuadro que pintan los dos primeros versículos es el de total necesidad: el esposo ha muerto, el acreedor está a la puerta, los hijos peligran de convertirse en esclavos, en la casa no hay ninguna cosa (v. 2, RVR). No hay otra manera de describir la situación de esta mujer que de total vulnerabilidad y emergencia. Esta situación la lleva a una actitud ante el profeta de total sumisión y obediencia. Su vida depende de él, no tiene otra alternativa.

Después de los dos primeros versículos que pintan el cuadro del problema, los siguientes dos versículos (3-4) presentan la solución al problema: "Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas...". La solución que Eliseo plantea toma en cuenta las "posibilidades" de la viuda por más exiguas que fueran. En el versículo 2 ella le había informado al profeta que lo único que le quedaba en casa era una vasija de aceite. El milagro consiste en convertir esa humilde porción en plenitud no solo para la sobrevivencia sino para la vida total. Porque con el aceite que se juntará en las muchas vasijas, la viuda pagará las deudas, evitará que sus hijos sean tomados como esclavos y podrá vivir con el producto de las ventas.

Para que la solución sea realidad la viuda solo tenía que hacer una cosa: confiar en la palabra del profeta y cumplir con la orden. Y eso fue exactamente lo que hizo (vv. 5-6). El aceite cesó en el momento cuando ya no hubo más vasijas que llenar. La sección intermedia (vv. 2-6) se mueve de la escacés a la plenitud: empieza con un poco de aceite y termina con una enorme cantidad de aceite. Los versículos que están al principio y al final de unidad, y que sirven como su marco, se mueven del clamor debido a la necesidad (v. 1: "la mujer... clamó a Eliseo...") a la información del logro alcanzado (v. 7: "Vino ella y le contó al varón de Dios"), de la muerte a la vida.

En este pasaje impera más el milagro que la palabra divina en boca del profeta. Eliseo no siente la necesidad de apelar explícitamente a Dios; sabe que cuenta con el poder espiritual de Dios, pasado a través de su maestro Elías, y no demanda nada nuevo, sino que actúa con lo que tiene.


Los problemas no la doblegan (1 Reyes 4:8-37)

2 Reyes 4:8-37 también pertenece al ciclo del profeta Eliseo y pertenece a los pasajes que presentan la secuencia problema / solución. El personaje central es una mujer rica y poderosa (guedolah = "grande", o como dice RVR: "importante") que, al parecer, lo tiene todo. Los verbos y las palabras que aparecen en el pasaje para calificarla señalan que es una mujer de armas tomar. No solo tiene dinero e influencia en el pueblo (vv. 8 y 13), sino que sabe hablar bien (v. 16) y cómo hacerlo ante un profeta (v. 28); sabe, además, cuando callar (vv. 23 y 26) y cuando actuar de manera apropiada (vv. 15, 27, 37); muestra un profundo amor maternal y actúa de manera correcta en los momentos de crisis (v. 20); sabe lo que quiere y lo lleva a cabo; en la crisis no pierde la cabeza y sabe bien cuándo dirigirse al subordinado (Giezi) y cuándo al jefe (el profeta [v. 21]).

La mujer de Sunem (por eso se le conoce como la sunamita) sí tiene marido; pero por la descripción que el pasaje da de él, al parecer es un "don nadie". Es en realidad el presente ausente, la "piedra en el camino": está viejo (v. 14); ante la enfermedad del hijo le "arroja" la responsabilidad a la esposa, pues ni siquiera es capaz de transportar al niño enfermo (vv. 19-20); como que el viejo vive en otro mundo, pues se olvida de la emergencia hogareña y lanza una pregunta fuera de lugar (v. 23).

Giezi aperece en la escena como ayudante de Eliseo; además de esa función, el relato lo muestra como carácter cuya función es acentuar la "distancia" física entre la sunamita y el profeta antes del clímax de la historia. Además, el papel de Giezi como servidor resalta la figura del profeta (véase vv. 29 y 31).

Eliseo, por su parte, es con la sunamita carácter clave del relato. Aparece en tres funciones concretas: receptor de servicio y apoyo (vv. 8-11); ofrece, como agradecimiento del servicio, ayuda a la mujer en su necesidad (vv. 12-17); lleva a la historia a su feliz desenlace (vv. 33-37). Los versículos 8-11 presentan a Eliseo como profeta itinerante: "pasaba por allí. . . venía".

En el desarrollo de la historia, es notorio ver el movimiento que se da en la relación de la sunamita con el profeta: de una relación impersonal (vv. 8-11), a una comunicación a través del ayudante (vv. 12-14), a pararse en el umbral de la puerta y hablar con el profeta (vv. 15-16), a asirse de los pies del profeta (v. 27), a entrar al aposento del profeta e inclinarse ante él (v. 37).

La primera parte del relato queda marcado por la apareción de la palabra día tres veces: el primer día (v. 8) señala el encuentro de la sunamita con el profeta; el segundo día (v. 11) abre la sección que corre hasta el versículo 17, y tiene que ver con la promesa del profeta y el nacimiento del niño; el tercer día (v. 18) muestra el cambio drástico entre lo preliminar y parte central del relato.

A diferencia de la viuda de 2 Reyes 4:1-7, la sunamita en lugar de clamar y pedir, ofrece; aún más, su necesidad (la falta de un hijo) no la revela ella sino Giezi. Ella no pide un hijo, se lo ofrecen. Nunca aparece en situación de vulnerabilidad; ella siempre está en control y pesa las diferentes posibilidades; no está sujeta a la emergencia y la escasez. Ante la muerte de su hijo, actuó midiendo cada situación y siempre un paso adelante de lo que sucedería después. Ella bien sabía que quien había prometido el niño, también sería quien se lo traería de nuevo a la vida. Por ello, cuando el esposo y Giezi se interpusieron en su camino, ella les respondió de manera escueta e hizo a un lado a quien interfería en su "propósito" (vv. 23, 26, 29-30), y con el rostro siempre dirigido a su "meta": encontrar al profeta lo más pronto posible.

El viaje de Sunem hasta el monte Carmelo, donde estaba Eliseo, es de unos 40 kilómetros. Es decir, la sunamita viajó 80 kilómetros en un día para llevar al profeta hasta su casa, y así poder salvar a su hijo. La resucitación del muchacho es muy similar a la que Elías había hecho con otro joven (1 R 17:21-23): Eliseo se tendió sobre el muchacho cubriendo cada parte del cuerpo con la parte correspondiente de su propio cuerpo. El punto final del milagro se marca con la expresión "el niño estornudó siete vecese, y abrió los ojos" (4:35); es decir la restauración del hijo de la sunamita a la vida fue completa y perfecta. En la intervención corporal del profeta y su contacto total con el cuerpo del niño se muestra también un movimiento climáctico. Ya la madre había tenido contacto corporal con su hijo (4:20), pero no había resultado nada. Se necesitaba la intervención del profeta para darle al niño la vida que no tenía. Dos veces el profeta es instrumento divno para traer vida en la vida de la Sunamita.

En este milagro, a diferencia del anterior (4:1-7), el profeta sí le pide a Dios su intervención (v. 33); pero aún así el acto impera sobre la palabra. De esta manera se muestra a Eliseo respondiendo a cada situación de manera concreta y especial. No sigue un patrón preestablecido. Cada persona, cada situación requiere de una acción especial.

La lección que nos trae esta mujer, además de los elementos ya señalados sobre ella, es su fe que "mueve montañas". Pero una fe muy activa, pues no espera la guía externa, sino que ella misma dirige el sendero hacia la fuente de la salvación. Qué lección más grande para aprender a manejar mejor el tan difícil asunto de la voluntad de Dios y la acción divina en la vida de sus hijos. Aquí, si traemos a colación el refrán a Dios rogando y con el mazo dando, la fe se inclina más hacia la acción que hacia el ruego. Así, la sunamita nos da otra lección sobre la oración: orar no es tan solo pedir, es sobre todo actuar con fe.

La lección que nos dan las dos mujeres frente a la necesidad demuestra que no hay fórmulas rígidas ni que puedan aplicarse de la misma manera en cada situación. La una clama y depende de manera total del profeta para poder sobrevivir; "baila" al son que le toca el profeta. La otra toma decisiones y empuja al profeta para hacer lo que ella sabe que necesita; el profeta se ve obligado a "bailar" al son que la sunamita le toca.

Edesio Sánchez es mexicano, pastor de la Iglesia Presbiteriana y Doctor en Teología (PhD) con especialidad en el campo de Biblia por el Union Theological Seminary. Es traductor de las Sociedades Bíblica Unidas y ha participado en la traducción de las más conocidas versiones de la Biblia. Actualmente es profesor en la Universidad Bíblica Latinoamerica en San José de Costa Rica, y Secretario Regional para Centro América y el Caribe de la FTL.

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